miércoles, 30 de septiembre de 2009

A veces es mejor que no pase nada

"A veces uno no tiene nada qué decir.
El día transcurre en la habitual y monótona rutina.
No te topas con la sonrisa de alguna mujer que te abofeté para olvidarte del mundo real y entres al de la fantasía. Ningún suceso en especial que te saque del tedio y que te recuerde que existe un mundo mágico, porque en el tedio uno vive esperando "algo", un no se qué que te eleve por encima de lo mundano; Uno vive a la expectativa de alguna felicidad, que por el hecho de saber que tan sólo será momentánea ya no será felicidad...y por lo tanto no se busca, y por lo mismo jamás llega."
Todo este choro existencialista le estaba soltando el Tapir a la Bipolar. Ésta, como estaba en momento depresivo estaba clavada en el rollo al punto de romper la botella de chela en la mesa para con un vidrio, cortarse las venas ahí mismo, en la cantina. Se veía así misma indiferente a los hilos de sangre escurriendo por las muñecas tiñendo la mesa de rojo intenso. Se imaginaba al Tapir en un triunfo apoteótico lamiendo la sangre y embarrándosela en la cara mientras todos al rededor eran indiferentes, como ella, a la escena.
No le iba a dar el gusto, no le iba a proporcionar el suceso del día, la sorpresa; no iba a nutrir la fantasía del Tapir.
Se levantó de la mesa en plena verborrea tapiresca sin decir nada. Fue al baño y se metió una línea. Regresó a la mesa y se sentó. El Tapir seguía hablando como si ella no hubiera desaparecido.
- Vamos a cojer. Dijo la Bipolar.
El Tapir pidió la cuenta, pagaron y salieron de la Guadalupana.
Mientras caminaban por la osuridad, cruzando la plaza a la luz de las farolas la Bipo se percató de una melé.-
- No mames, ya viste qué madriza le están poniendo a ese viejo?
Eran tres chavos poniéndole en su madre a un señor de edad avanzada.
- Jijos de la chin...
Salió destapado el Tapir hacia el campo de batalla preparando los puños y apretando la quijada... y entre los cuatro le han puesto una putiza al pobre; nomás se oían los gritos aterradores de auxilio del aquél hombre mientras la Bipolar los ahogaba con sus histéricas carcajadas. Se le saltatban los ojos, la greña en la cara y las manos apoyadas en las rodillas. Estaba disfrutando desquiciada el espectáculo.
- En la cara no! en la cara no por favor! gritaba desesperado el victimado.
Apenas escucharon la súplica empezaron a patear la cara del anciano ya tirado haciéndose concha en el piso. La bipolar salió destapada y se incorporó al juego de patadas.
Lo zurraron hasta dejarlo inmóvil. Se veían unos a otros con cara de maniáticos y sonrisas vanagloriosas.
- Ya me dio hambre, vamos por unos tacos.
- Pero íbamos a ir a cojer!
- Primero los tacos!
-Hey, invita los tacos cabrón! exigió uno de los tres chavos.
-Mcht! vete a la chingada mano!
Apenas acabó el Tapir de mandarlo pa' llá y se oyó el crujir de su quijada...Kruajj!!
El que quería la invitación le propinó tremendo golpe, digno de cualquier campeón de boxeo y acto seguido, se lanzaron los otros dos para aporrearlo.
La Bipolar entró de nueva cuenta en un trance histérico soltando tremendas carcajadas y aullidos. - Jajaja! Deféndete cabrón!! le gritaba.
El Tapir tuvo suerte, llegó la patrulla y los agresores salieron destapados, no sin antes arrebatarle la cartera. La Bipo se carcajeaba mientras les gritaba que eran unos maricones.
- Todo bien joven?
- Si oficial, gracias. Por allá anda un viejo tirado al cual casi matan. A mí me madrearon por irlo a ayudar.
- No se mueva joven, espérenos aquí. Y fueron los oficiales.
- Vamos por los tacos?
- Pendeja! me robaron la lana!
- Nos van a tener que acompañar a la delegación a declarar, el hombre está medio muerto. Suban a la patrulla.
- No van a pedir una ambulancia? peguntó el tapir.
- Qué cínico eres pinche Tapir!
Uno de los oficiales la volteó a ver inquisitivo mientras el otro decía que ya la habían pedido.
Se subieron a la patrulla y se adentraron en Coyoacán metiéndose por callejuelas estrechas hasta llegar al callejón del aguacate y apagaron el coche.
- Bájense cabrones!
- Qué pasa? dijo el Tapir.
- Que te bajes cabrón!
Salieron todos de la patrulla. Un oficial esposaba al Tapir mientras el otro acariciaba la cabellera de la chava. La tomó de la greña y la azotó contra el cofre de la patrulla.
- Hijo de la chingada! gritaba el Tapir mientras el otro oficial le hundía la macana en el estómago.
Kguooffff!...se quedó sin aire.
Los dos oficiales le arrancaron el vestido a la Bipo.... y empezaron a violarla.
- Cójanme cabrones! cójanme!
La Bipolar, otra vez en su histeria delirante, ahora gozando del sexo violento sobre el cofre de la unidad.
Al Tapir ya ni lo pelaban.
Los oficiales como animales cojiéndose a la chava.
La chava en éxtasis, en trance. Reía, gritaba y gemía.
El Tapir se encogió de hombros y se fue, así nomás, empezó a caminar y se alejó.
Llegó a Miguel Ángel de Quevedo. Seguía esposado, hecho que le impedía hacerle la parada a algún taxi o pesero ya que las manos estaban detrás, pero aún así lo intentaba.
Otra patrulla se fijó en la acción y se detuvo. Se bajó la pareja de oficiales llevándose la mano a la pistola.
- Qué sucede señor?!
El Tapir les explicó. Un oficial le quitó las esposas y le prestó una lana, no sin antes tomar sus datos para irle a cobrar.
" No cabe duda que aún queda gente buena " dijo el Tapir, y se fue a echar el taco.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

02 11 09


"Ya es hora"... Escuchó.
Se incorporó y se sintió helado.
Veía al piso sentado en la cama buscando su calzado.

parecía despertar de un sueño en donde,
al parecer una mujer, le susurraba algo al oído.
Un susurro pálido y frío.
Alzó la vista y apenas pudo ver la negra cabellera desaparecer.
Él se levantó para seguirla aún sin querer.
Salieron de la casa y percibió la atmósfera enrarecida. No se escuchaba nada,
todo parecía haber perdido el color; los árboles y los pastos, todo sin matices.
El cielo apenas perceptible y todo fundiéndose en una escala de grises.
Con dificultad distinguía la negra silueta que parecía flotar;
Iba varios metros delante de él y sin parar.
Su negra cabellera y vestimenta se amalgamaban
eliminando cualquier contorno haciendo de ésta una figura monolítica y amorfa.
Apresuró el paso por la calle al ver que se metía a la estación del metro.
Pareció que la perdía y eso le causó un poco de temor.
Bajaron al andén y del techo vio colgando un reloj.
Marcaba las 6 y 12, era la hora en que se había detenido; todo parecía haberse congelado a su alrededor.
Tal vez sea la hora en la que un pobre loco lleno de alegría sonrió.

De pronto al ver pasar la máquina volando, se estremeció,
era seguida por los vagones llenos de gente con rostro de pavor.
Todos sentados viendo por las ventanillas, pálidos y con las miradas perdidas.
La mujer seguía unos metros adelante de él y de nueva cuenta le pareció verla flotar, tal vez por el efecto que producía el movimiento del tren a toda velocidad.
Se percató de no haber escuchado nada, ni al tren venir de volada;
ni el familiar silbido avisando que las puertas se cerraban.

Se volvió a estremecer;
Al ver que los vagones venían vacíos sintió enloquecer.
-Qué me está pasando?
Buscó frenéticamente a la mujer con la mirada temiendo no encontrarla.
Estaba sentada alejada de él dándole la espalda.
Se dio cuenta de que no la conocía, pero se tranquilizó al verla ahí sentada.

El tren en marcha. Acelerando y cortando el viento cual espada.
Se asomó por la ventanilla y volvió a ver gente andando toda sin rumbo
como congelada en el andén y dando tumbos.
-Pero...si no había nadie!
No entendía lo que pasaba y perturbado,
se aterró al no recordar nada de su pasado.
No sabía por qué estaba ahí.
Por qué la había seguido en tal frenesí.
Por qué tal atracción hacia la mujer.
Lo único que entendía es que con ella tenía que ir.

Se armó de valor y caminó al encuentro para hablar con la negra silueta,
cuando de pronto ésta se levantó y el tren hizo su parada de manera violenta.
Se abrieron las puertas y la mujer de negro salió casi volando y él corriendo atrás de ésta.
La estación en la que bajaron no era subterránea, de hecho ni era estación.
Parecía un paraje en medio de un bosque de árboles petrificados, grises y sin fronda. La mujer se alejaba y él le gritó...
Daba aullidos sordos que no salían de su boca.
Detuvo la carrera y su cara expresaba gritos inaudibles de terror a manera de mueca.
Desubicado empezó a dar vueltas sobre su propio eje para ubicarse en el espacio,
plantando bien los pies en la tierra, con fuerza y temerario. No sentía la tierra, no sentía gravedad alguna; no sentía nada.
Un llanto sordo y lágrimas secas se dibujaron en todo su ser;
Se desgarraba la piel del cuerpo sin dolor alguno al parecer.
De pronto se percató de la presencia de la sombra
atravesando en la penumbra el bosque petrificado.

El hombre corrió para alcanzarla decidido y exaltado.
Cada vez que parecía que la iba a alcanzar
ésta desaparecía para de pronto, detrás de algún árbol, volver a aparecer.
Pareciera que detrás de cada árbol
se escondía una silueta negra en forma de mujer.
Al cabo de un rato de estar persiguiendo la nada desistió.
-Esto no puede ser!.

Volvió a escuchar aquella voz en un susurro:

-Acompáñame.

Volteó rápidamente. No había nadie.

A lo lejos descubrió un lago;
Una barca en el lago.

En la barca la parca vestida de largo.
Irresistible seducción.

Un canto de sirena sin sonido; Fatal atracción.

De pronto su vida no tuvo sentido y fue a su perdición.
Caminó hacia el lago;

Viendo a la silueta se quedó ahí parado.
Por fin frente a frente...
No tenía rostro... era la muerte.
Subió a la barca, sin más remordimiento
saludó a la parca y se arrojó a su suerte.



sábado, 19 de septiembre de 2009

En busca del peyote

Eran los 90´s...pero para nosotros parecían los 60´s.
Por azares de la relación matemática interestelar, mi vida había dado un giro de 155 grados.
Se rompieron paradigmas y lo que antes condenaba se había vuelto en mi contra, mi cruz, cabe decir que la cargué con gusto, sin embargo me llevó a situaciones ridículas e inesperadas; grandes aventuras y puntos de quiebre en donde estuve a punto de perder la razón, si nó por la cantidad de hierba ilegal fumada, por la epilepsia adquirida por el abuso en el consumo de ésta.

En aquel entonces las islas, no distaban mucho de ser lo que fueron en los 60´s y 70´s y posiblemente en las décadas siguientes: zona libre de consumo y venta de cualquier cantidad y tipo de estupefacientes, drogas y sustancias ilegales.
La habitaban personajes como el inolvidable "Clark", quien además de vender mota, era melómano y vendía cassettes con la música más selecta de géneros como el Rock, blues, jazz y progresivo. Hicimos buena amistad con él e incluso íbamos juntos a conciertos, como el inolvidable de Crimson.
Recuerdo que después de éste nos llevó a visitar a su amigo, un pintor, de pocas palabras y mirada amenazante. Estaba consumiéndose el pobre, tumbado en un sillón. Así fue como lo encontramos al llegar a su casa; nos presentamos y ni abrió la boca. Sólo nos clavó la mirada y nos hizo un ademán con la cabeza en dirección a una mesa a la cual quería que nos dirigiéramos.
En la mesa había una pila de papel blanco, tinta china y un pincel. En el muro pegados, y esparcidos sobre la mesa, papeles con dibujos y caracteres hechos con tinta china. Entendimos el mensaje y esbozamos nuestro garabato.
Acto seguido nos sentamos. La atmósfera era relajada, a pesar de su mirada penetrante y agresiva. Todo en penumbra.
Libros, discos, pinturas y demás objetos regados por todas partes. Nadie hablaba, sólo la música. Clark sacó de su maletita amarilla, donde guardaba sus cintas y la droga, el papel arroz, opio y marihuana. Untó el papel arroz con el hasch y forjó un churro, le dio unos jalonsotes y lo empezó a rolar. Después otro, y otro...y no sé cuantos más.
Nadie dijo nunca nada, cada quién en su viaje. Después nos fuimos y eso fue todo, por lo menos lo que recuerdo.

Además del Clark, rolaban por ahí el Venenos. Dealer de mota y coca que bajaba del barrio de Santo Domingo. Un tipo agresivo que siempre terminaba hasta el queque y llorando. También terminó en el bote. Estaba el Acapulco, que llevaba muy buen material, ya saben de dónde...la golden, claro. Acabó en la lata y se volvió famoso ya que su detención fue cubierta en una nota de periódico.
El Halcón, dealer y matón, seguramente, ya que siempre cargaba un arma; un revólver 9mm. Tenía la expresión de maldad en el rostro y cara de querer descargarle la pistola a cualquiera.
No supe mucho de él, por obvias razones no me le acercaba y seguramente también acabó tras las rejas si no es que frío en la morgue.
El buen Quique, un pan de dios el cabrón. Vendía mois y se valía de su estatus de empleado de la casa máxima de estudios para evadir a la justicia.
Y otros tantos que seguramente no vale la pena mencionar ya que ni me acuerdo de ellos.

A las islas llegaban de todas la facultades a pasar el rato, a consumir droga y alcohol al ritmo de la música de Clark -que siempre llevaba su grabadora para acompañar el viaje - o de los güeyes que llevaban sus guitarras, harmónicas y yembés. Por cierto que a Jaime le compré una harmónica fregonsísima que el wey malbarató para comprar coca.
Se veían numerosas bolitas de estudiantes sentados en el pasto, todas con una nube de humo flotando por encima. Era como una hermandad...más bien como una tribu de drogadictos con códigos de comunicación en busca de la identidad perdida.
18! ...18!! se oía a cada rato. Era la clave para avisar que venía el vochito con la policía universitaria. Llegaban a hacer redadas y se llevaban estudiantes, pocas veces a los dealers.
Fue ahí donde me enteré de todo el tipo de droga que existía, de la manera en consumirla y contrabandearla. La verdad, nunca me atreví a probar nada que no fuera mary jane y un par de veces el opio mezclado con la mois.

Ahí conocmos al querubín, un arquitecto chaparrito güero güero con la cara de angelito, como diría el buen Rigo que en paz descanse.
El queru nos platicaba de sus experiencias con las drogas; las que me interesaron fueron la de los hongos y la del peyote. Fue ese día que decidimos ir en busca del peyote. También en busca de honguitos, pero esa será una historia que será contada en otro momento.

Y llegó el día. Estábamos bien preparados e informados. Habíamos recopilado mucha información - la lectura obligada de Castaneda - y escuchado muchas historias de universitarios que se habían lanzado al desierto a comer peyote.
Además el buen Gus era amigo de un Huichol,del cual simbólicamente en ceremonia huichol, se hizo hermano. En un par de ocasiones convivimos con este personaje, del cual sacamos mucha información en pedas de mezcal y viajes de mota en casa de Gustavo. La banda se curaba la cruda con coca, yo me la aguantaba a lo macho con unos chilaquiles hechos con chile camapana...bien picosos. Para los que no saben, el chile campana es el que pica un chingo al entrar y repica al salir.

En fin, en un jueves de diciembre emprendimos la aventura. Íbamos bien dotados de marihuana, víveres y mezcalina, la cual nos había regalado el querubín por si no encontrábamos al peyote. La mezcalina es peyote deshidratado y molido a punto de polvo, o la sustancia activa del peyote hecha polvo, la verdá no me sé el proceso.
Nos subímos al camión (cambiaré los nombres para permanecer lo más posible en el anonimato) María Ana, Camelia - hermanas - y yo, rumbo a San Luis Potosí. El destino era el pueblo de Wadley. La localidad de Wadley está situada en el Municipio de Catorce (en el Estado de San Luis Potosí) a unos 1830 metros de altitud y tiene alrededor de 5oo habitantes.
Íbamos echando bastante desmadre en el camión. María Ana y yo, que éramos bien pachecos, nos escapábamos a cada rato al baño a darnos unos pipazos. Ya estando bien grubis, decidimos no esperarnos a llegar al desierto y probar la mezcalina. No recuerdo haber adquirido un estado alterado de conciencia, mas sí de los sentidos. La luz era muy brillante, los colores alucinantes, cualquier sonido se percibía nítidamente y en general era una sensación de un rico bienestar...y de hormonas alborotadas. Acabamos en el baño una vez más pero esta vez para echarnos un polvito, un rapidín pues. Saliendo me senté junto a Camelia e inmediatamente sentí su mirada clavada en mis piernas. Mi pantalón, negro, estaba manchado de semen. Lejos de darnos pena, nos dio risa.

Total, llegamos a la estación de tren en San Luis Potosí y lo tomamos para llegar a la estación de Wadley. No recuerdo mucho, más bien nada, del trayecto en tren. Seguro nos seguíamos pachequeando. Llegamos a Wadley y de eso sí me acuerdo. Eran como las 6 de la tarde. El pueblo parecía desierto, valga la redundancia. Tenía su kiosko, el billar, la cantina, una pollería y un merendero al rededor de la plaza. Buscamos un hotelito y rentamos un cuarto para pasar la noche y salir temprano al desierto. El cuarto era pequeño, olía a humedad y las paredes estaban pintadas o grafiteadas por los lunáticos en viaje de peyote. Los motivos hacían alución al peyote, a la psicodelia y en su mayoría a extraterrestres. El típco alien con ojos grandes rasgados y negros sin nariz, sólo fosas nasales, si se les puede decir así, cabeza grande y puntiaguda y extremadamente delgados.

Pasamos la noche y a la mañana siguiente a las 6 de la mañana nos encaminamos al desierto. Salimos del territorio del pueblo, el cual estaba delimitado por una cerca de palos, ramas secas y que tenía una puerta, cosa que se me hizo por demás extraña. Al salir por la puerta, un perro se nos pegó. Empezó a seguirnos y a caminar junto o detrás de nosotros.
Por ese suceso, el mañanero y el contexto, el hecho adquirió un halo místico- mágico-musical y misterioso.
No sabíamos para dónde ir, sólo nos encaminamos para adentrarnos y puse especial atención en ubicarme y orientarme con respecto a la salida del astro rey y mi sombra proyectada en la tierra, la cual apuntaba hacia el poniente.
El desierto es fabuloso; el color de la tierra, la vegetación, el horizonte, el silencio habitado por el sonido del viento y a ratos por nuestra respiración y nuestras pisadas.
Hablando de nuestras pisadas, habíamos de tener mucho cuidado por dónde las dirigíamos, ya que el suelo está plagado de vegetación con espinas y por bolitas, semillas tal vez, que se clavaban en nuestros zapatos y en la nariz del pobre chucho. A cada rato había que estar arrancándole las bolitas con espinas, como erizos de mar, de la nariz. Nos encontrábamos a cada rato con viznagas alucinantes, enormes, milenarias...a veces con hermosas flores coronándolas. Cactáceas de todo tipo y tamaños y los locos despeinados, que llamaba yo. Creo que también son una especie de viznaga, pero a modo de palmera con sus hojas como los cabellos parados de algún loco despeinado. La experiencia era tal, que durante largo rato nos habíamos olvidado de drogarnos. El viaje era sin sustancias de ningún tipo, ni mota ni mezcalina...puros sentidos a flor de piel.
De pronto recordamos nuestro cometido. Pusimos ojo avisor y especial atención en la tierra y sus frutos para encontrar el peyote.
En algún libro leí que uno no encuentra al peyote, el peyote lo encuantra a uno. También había leído que encontrar el primero era dificilísimo, pero una vez encontrado los demás saltaban a la vista y aparecían por doquier.
Fue verdad, no hubo más que detectar uno para darnos cuenta de que estaban por todos lados. Estábamos rodeados.
No había que comerse el primero que se encontrara. Había que poner especial atención en que fuera de buen tamaño, adulto pues, y que estuviera en familia, es decir no sólo sino en grupos de 3 ó 4 o muchos más. También había que cortarlo o separarlo de la tierra con una palita de madera, jamás con un cuchillo o metal. Si es así se enoja y te regaña ya que lo ingieres.
El peyote es como uno de esos cáctus de bolita a manera de gajos y muchas veces con una florecita blanca justa arriba y al centro. Contiene numerosos alcaloides, entre ellos peyotina, anhalina, anhaloidina, anhalinina, anhalonina, lofoforina, etc., pero el más importante es la mezcalina, que es un poderoso alucinógeno.
La molécula de mezcalina es una fenetilamina, relacionada estructuralmente con la noradrenalina y dopamina, por lo que posee fuertes efectos sobre el sistema nervioso autónomo periférico, así como sobre el sistema nervioso central. Probablemente ningún fármaco de este grupo posee una capacidad tan deslumbrante para suscitar visiones, y en especial para producir las más fantásticas mezclas de forma y color. Tras una primera fase de euforia sobreviene un período de serenidad mental y relajación muscular, donde la atención se desvía de estímulos perceptivos para orientarse hacia la introspección y la meditación.
Entre los efectos que produce su ingestión están visiones y alucinaciones, distorsión de las coordenadas espacio-temporales y alteraciones del esquema corporal. Sus efectos varían en función del ánimo del consumidor, sus expectativas y el medio que le rodea, por lo que tradicionalmente se ha destacado la importancia de que el uso de esta droga fuera unido a preparativos muy concienzudos; los efectos podrían resultar impredecibles.

Total, una vez descubierto el tesoro, cada quién caminó por su lado y nos dispersamos. Queríamos estar seguros de qué peyote era el que le hablaría a cada quien.
El perrito me seguía a mí y yo tenía que seguir sacándole los erizos de la nariz al pobre animal...pero ni se quejaba, depronto volteaba y ya lo veía yo con su piercing nasal. A partir de ese momento lo bauticé como "Minahuál".
Escogió cada quién su familia de peyotes, unos 3 ó 4 por piocha y empezamos el ritual. Los limpiamos, les hablamos bonito, les pedimos disculpas y permiso para comérnoslos.
Era difícil separar los gajos o cortarlos, son muy duros. Llevábamos unas botellas con agua y jugo de naranja para pasárnoslos ya que nos habían advertido de su consistencia y sabor fuerte.
Fuerte??!! no mames, es amarguísimo. Era difícil darle 3 masticadas sin sentir el reflejo o ganas de vomitar, Amargo como la chingada. Insoportablemente amargo...no pude.
Camelia y María Ana si pudieron, eran rudas las chaparritas. Al cabo de un rato vi como se iban transformado. Las pupilas bien dilatadas a modo de ojos de cómic japonés, los cachetes bien chapeados y las fosas nasales agrandadas. Seguro estaban exitadas.
Le preguntaba yo a María que qué se sentía. No dejaba de repetir "es queno melacabo...es queno melacabo ", sin dejar de apretar, subir y bajar las pierrnas como si se estuviera meando o a manera de marcha chistosa sin avanzar. Camelia no dejaba de decir "no mames cabrón, es que no mames cabrón!" ...y ya,... me fue imposible establecer contacto con ellas.
Me puse a fumar mota y a hablar, a manera de monólogo, -quiero aclarar- con Minahuál.
Puse pacheco al pobre de Minahuál. Le daba yo un jalón al churro, acto seguido tomaba al perro por la nariz haciéndole casita y le soplaba el humo. Minahuál empezaba como a estornudar e inmediatamnete acabando se me ponía otra vez cerca de la cara y me veía fijamente, y pues le volvía a soplar. Al cabo de un rato estábamos los dos con la mirada fija, clavada y mirando a la nada. Las hermanitas en su viaje de peyote gritando, bailando y cagándose de la risa.

Ya a punto de caer la noche, les dije que era momento de buscar un lugar para acampar. Llevávamos la tienda de campaña pero no las estacas cosa que fue un problema por que no había árboles para amarrar la tienda o ramas para usarlas como estacas y fijarla a la tierra. Nos las ingeniamos con los cubiertos y navajas que llevábamos y amarramos el toldo a un loco despeinado aislado que escogimos. El campamento ya estaba, la temperatura descendía y comezaba a oscurecer. La euforia de las chicas había disminuído y querían ahora fumar mota, cosa que hicimos todos...hasta Minahuál otra vez.

Yo no había ingerido casi nada de peyote pero me di cuenta de que el poco que entró en mi torrente sanguíneo había hecho efecto, cuando me descubrí encuerado desafiando al frío...y no mames, qué pinche frío. Abría los brazos de extremo a extremo para abrazarlo, para sentirlo, para disfrutarlo.
El escroto y el pilín totalmente contraidos. Los testículos fuera su bolsita que parecía ya cáscara de nuez y totalmente metidos quién sabe dónde, pero ni se asomaban ni tantito, parecía yo Farinelli.
Miz pezones también totalmente contraidos, erguidos y las nalgas, sólo las nalgas, con piel de gallina. Mis dientes titiritaban y mi mandíbula se movía como con vida propia, sin poder controlarla.Era marvilloso, simplemente maravilloso.

Cuando cayó el negro manto de la noche, ya cerca de la media noche, enmudecimos.
La bóveda espacial encima de nosotros. Las estrellas nos tocaban la cabeza.
Planos y planos de estrellas, uno atrás y atrás y detrás de otro; las alcanzábamos con las manos. Eran miles, millones, miles de millones de estrellas formando planos tridimensionales que hacían que la tierra desapereciera y que nos situáramos totalmente libres en el espacio fundidos en el cosmos.
No sabes qué espectáculo.
No tienes idea qué sensación.
Para entonces el frío ya era algo insoportable y estábamos los 4 metidos en la tienda de campaña, acostados en el suelo y con la cabeza afuera...
Maravillados. Durante horas. Sin decir palabra.

De pronto Camelia quiso comer peyote otra vez. Así lo hicimos. Bueno, yo no más lo intenté.
Adentro de la tienda no se veía ni madre, negro absoluto. Camelia y María ya estaban de nueva cuenta en su viaje y yo fumando mota para agarrar el mío. María y yo nos pusimos de cachondos y a hacer el amor, según nosotros calladitos y discretos quesque para que Camelia no se diera cuenta. La mujer se incomodó y salió de la tienda con el chucho, no mames, qué pinche frío....falta de confianza.
Fue la vez que más cerca he estado de hacer un trío.

A la mañana siguiente despertamos, yo creo que por el silencio. María y yo ni nos dimos cuenta del momento en que Camelia entró de nuevo a la tienda.
Levantamos el campamento y nos pusimos a caminar sin rumbo fijo pero una vez más poniendo especial atención en seguir mi sombra proyectada en la tierra apuntando al poniente. Llevávamos unas 4 horas caminando. Los víveres se habían agotado. Minahuál seguía clavándose erizos en la nariz.
De pronto a lo lejos, en medio de la nada, vimos una casita. Estaba hecha de adobe y con cubierta de enramado. No tenía ventanas, sólo un hueco pequeño en una fachada y el vano de la puerta.
Nos acercamos y preguntamos por alguien. Salió un señor, un Wadleyano, con la piel bien tostada por el sol y zurcos a manera de arrugas en la cara. El señor pastoreaba cabras y hacía queso.
Le dijimos que nosmoríamos de hambre y que le pagaríamos por algo de comida. Nos invitó a entrar y la casa era muy fresca, no le entraba sol. Sólo un rayo que penetraba por el agujero de la fachada y pintaba con poca luz el interior. Olía a leña y a comal, un aroma rico. Nos invitó unos frijolitos con tortillas hechas a mano en comal y de su queso hecho in situ. No sabes qué manjar, delicioso. Los frijoles más ricos que he probado en mi vida. Un quesito verdaderamente gurmé y ni qué decir de las tortillas con sabor a leña.
El desertino no nos cobró nada. Le regalé una navaja suiza de las chiquitas y el correspondió con una rueda de queso de cabra y nos llenó las botellas de agua. A Minahúal sólo le tocó tortilla y frijoles.

Eran las dos, si mal no recuerdo. Hora de emprender el retorno.
"Y ora cómo chingaos vamos a regresar", preguntó Camelia. Muy sencillo, es cosa de seguir en dirección de la sombra apuntando al oriente. Me sentí un chingón, todo un experto en superviviencia, hasta que...se metió el sol. No habíamos tomado la precaución de parar y armar el campamento de nueva cuenta. La noche nos sorperendió por estar ensimismados y por estarnos metiendo todo por los poros; el aire, los olores, la vegetación, los colores, el paisaje, los sonidos o la ausencia de éstos...y la mota.
"Y ahora qué chingados vamos a hacer cabrón!", gritó Camelia algo histérica.
María creía y tenía fe ciega en mí...yo me zurraba en los pantalones del miedo.
"Tranquila mujer, vamos bien. Es por aquí." Decía yo mientras caminaba con seguridad y liderazgo. Por dentro quería llorar. Nos imaginaba totalmente perdidos, asaltados y a estas dos violadas.
Caminábamos, errantes y preocupados por no pisar espinas o chocar con viznagas o locos despeinados. De pronto me dí cuenta de que Minahuál era el que iba seguro y con paso firme. Todo el tiempo había estado caminando atrás o aun lado y ahora venía definitivamente de perro guía. Opté por seguirlo sin decirles nada. Decidí jugármela y confiar en el perro. en el fondo tenía la sensación de que él sabía el camino y no sólo eso, sino que ya estábamos a punto de llegar.
Al cabo de una media hora divisamos las luces del pueblo. Se rompío el silencio sepulcral y nos pusimos felices.Reíamos a carcajadas. Eran los nervios relajados.
Mi Nahuál nos regresó sanos y salvos.
Fue una verdadera locura, jamás lo volvería a hacer. Aunque es una de las mejores experiencias de mi vida...

viernes, 11 de septiembre de 2009

Realismo sucio: Pornorelato soez y barato...2da parte

Jean Michel estaba materializando la fantasía sexual
que habita la mente de cualquier adolescente.
Aún siendo un chamaco puberto -y cabe decir que gracias a la primera eyaculaciòn- se comportaba a la altura de la circunstancia. Norma llevaba ya rato estimulando bucalmente el pene de Jean y lo hacía magistralmente; imprimía cambios de ritmo, lo succionaba con fuerza. Se detenía a ratos en el glande dándole mordiditas, a ratos en los testículos para lamerlos y succionarlos. Lamía el pene desde la base hasta la punta para luego embestirlo de nueva cuenta y desaparecerlo entero en su boca. El chamaco no dejaba de balbucear quien sabe que cuánta cosa sin perder de vista la cara sensual y lujuriosa de la diosa voluptuosa.
Lo que más le excitaba a Michelito eran los ruidos guturales que ella producía al devorarse su miembro además de la expresión de perdición causada por el apetito voraz, desordenado y desmedido por el deleite carnal.
Jeanmi no daba crédito a lo que estaba sucediendo y la manera en que sucedía; cosa que influía en que no pusiera tanta atención en la gloriosa sensación.
Norma lo sacó del trance al preguntarle - "te gusta así papito?"
- "Sigue, tú sigue...no pares!"
- Ahora verás pequeño, respondió Norma al tiempo que se levantaba para ponerse de pie frente a él.
Jean Muchel la recorrió con la vista de pies a cabeza. Se detuvo en la cara de Norma, no había reparado en la belleza de su rostro. Hasta ahora, tan sólo había sido un cuerpo de mujer...y qué cuerpo.
Norma tenía ojos grandes, oscuros,redondos, ahora desafiantes y lujuriosos.
Cejas algo pobladas y labios carnosos.
Su nariz era algo respingada, mas no fina, de amplias fosas nasales las cuales se abrían aún más respondiendo a la respiración agitada y a la excitación.
Norma se volteó para darle la espalda y se echó hacia atrás abriendo las piernas para librar las de Jean, que estaba tumbado en el sillón con el pito bien parado. Norma mirando hacia abajo e inclinándose para agarrar el falo erguido fue bajando poco a poco para ensartárselo en la vagina en un movimiento lento y suave. Quería sentir cada centímetro penetrándola.
Tenía los ojos cerrados; en el momento en que sintió que estaba todo adentro los abrío y los globos oculares dieron vuelta en círculo con el iris a medio desaparecer.
Norma gemía de placer.
Comenzó con movimientos cadenciosos de cadera y cintura mientras que Jean Michel le acariciaba la espalda de arriba hacia abajo, desde la base del cuello hasta las nalgas. Seguía con sus manos la línea curva dibujada en la espalda y la tomaba de la cintura jalándola con fuerza hacia su pene.
-"qué rico papi, tú si sabes" le decía Norma al tiempo que respondía ella a la intención de Jean imprimiendo mayor presión y fuerza al movimiento de caderas. Comenzó a subir y bajar las nalgas sin dejar de mover las caderas hacía atrás, adelante y en círculo.
El movimiento fue in crecendo hasta que Norma estaba ya dándose de sentones mientras gritaba moviendo la cabeza como loca agitandoo su melena: -"oaa, ooaaa, oaaaa asíiii! toda! toda! dámela todaaaaargh!
Michelito le daba de nalgadas con las dos manos al mismo tiempo, una mano en cada nalga.
Él también gritaba desquiciado -"Asíi, asíii, asíiii!! clávatela toda!!
Ante tal escándalo, la mamá de Jean Michel salió de la cocina gritando a manera de regaño:
-"qué diablos te pasa Jean!"
Menuda sorpresa la que se llevó. La vajilla que llevaba en las manos ya apunto de ser guardada se hizo añicos al impactarse en el suelo.
Se quedó boquiabierta, los ojos con expresión de terror.
Pareciera que se le apareció un fantasma.
Lo que veía era la lujuria en su máxima expresión. El mismo diablo en forma de mujer poseyendo a su hijo.
-"HIjo, hijo...Jean MIchel!!" gritó despavorida la mamá.
-"lárgate mamá, lárgate!" gritó Michelito jadeando y sin dejar de prestar atención a las nalgas rebotando en sus piernas. Norma ni reparó en la histeria de la madre. Ella seguía en lo suyo.
-"No puede ser! no puede ser! No es mi hijo!!" , lloraba la mamá. -"ha sido embrujado!!"
Gritaba ésto mientras corría a su cuarto para buscar desesperadamente el teléfono:
- "Estación de policía, buenas noches."
- "Pronto, pronto!, manden una patrulla...se están violando a mi hijo!!", berreaba la madre.
- Tranquila señora, tranquila, qué pasa! en dónde se encuentra!
- Estoy en mi casa y una mujer se está violando a mi hijo! carajo, manden una patrulla!
Al fondo se escuchaba la fiesta de placer y se colaba por el teléfono hasta la estación de policía.
-"Señora, hay señales de violencia?" preguntó el policía aguantándose sin mucho éxito la risa.
-Imbécil, manden una patrulla le digo!
-Cómo ves pareja, aquí un 10 30 en curso, al hijo de esta señora se lo está violando una mujer.
-"Que me viole a mí!!", seguido de caracajadas, escuchó la mamá al otro lado del teléfono.
-"hijos de puta!!", y aventó el teléfono enfurecida.
Desquiciada, y con un objetivo fijo en la cabeza, comenzó a abrir y cerrar cajones aventando cosas. Iba de aquí para allá en plena desesperación. Abrió las puertas del closet, tomó un banquito para treparse. Aventaba cajas, zapatos, cosas...hasta que encontró una caja más pesada.
Se bajo del banco, apresurada puso la caja en la cama para abrirla.
Un revólver... se quedó pasmada por un momento.
Lo tomó con las dos manos. La deseperación no había desaparecido, tampoco la determinación.
Abrió el tambor para colocar las balas, eran 6.
Salió de su recámara apresurada empuñando el revólver con la mirada clavada, el entrecejo fruncido y la mente nublada.
Apareció amenazante en la sala.
Los pies separados, bien plantados en la tierra.
La cara cubierta por la greña y los ojos lanzando llamas, el revólver en mano apuntando a la cabeza de Norma.
Michelito estaba tumbado y Norma encima de él cojiéndoselo frenéticamente apoyando las manos en el pecho del muchacho.
Jean aferrado con las dos manos a los enormes melones de la mujer, como queriendo evitar la caída a un abismo profundo y negro como su suerte, con la mirada perdida atravesando el techo, mirando al paraíso con expresión de éxtasis extremo. Norma seguía gritando, y jadeando...

BANG! BANG! BANG!
Tres estruendos, tres disparos, tres impactos.
Silencio absoluto...
Norma inerte cubriendo el cuerpo de Jean Michel.
Mamá mirando la escena con la respiración agitada y la razón perdida.
Nadie se mueve.
Mamá se acercó lentamente, agarró la abundante cabellera de Norma y con fuerza descomunal la apartó.
Ahí estaba el hijo tirado , con una gran sonrisa, vivo al parecer...
con un balazo en la frente, los ojos bien abiertos y cara de placer.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Pornorelato de alto contenido erótico y lenguaje soez para adultos de amplio criterio....1ra Parte


Las 10pm. No podía esperar màs.
Todas las noches a la misma hora esperaba frente a la ventana con los latidos a flor de piel.
Llevaba dos meses gozando del mismo espectáculo, con una que otra variante.
Llevaba dos meses chaqueteándose sin parar, noche tras noche.

10:30pm... estaba desesperando, no pasaba nada. Su cita no pactada no llegaba y ya estaba hasta sudando frío. Realmente se había vuelto una adicción. Estaba afectando su desempeño en la escuela ya que todo el día durante todo el tiempo no podía pensar en otra cosa que no fuera el evento diario de las 10pm.

Por fin! Se prendió la luz!
El corazón le dio un vuelco e inmediatamente como acto reflejo se bajó el ziper del pantalón.
Tomó los binoculares con una mano y con la otra desenfundó la pistola.
Todavía no pasaba nada y ya su respiración era muy agitada. Bajó los binoculares para asomarse por la ventana y cerciorarse de que no hubiera nadie en el patio que dividía a los dos edificios del conjunto, que no hubiera otro voyeurista en las ventanas de enfrente viendo al voyeur.

Empezó la danza. Era la sombra de una silueta atravesando por la ventana de un lado para otro.
Las cortinas color blanco y delgadas hacían de pantalla y acentuaban la sensualidad de la figura femenina...Jean Michel comenzaba a impacientarse, lo de hoy no estaba en el guión; comenzaba a angustiarse pensando en que estaba vez la vecina no abriría las cortinas. "Seguro ya me cachó", pensaba.
De pronto la mujer se postró frente a su ventana, justo en medio... comenzó a desvestirse.
Las palpitaciones comenzaron a acelerarse de nuevo, le retumbaban en la cabeza y el nervio que sentía de pensar en que su mamá lo fuera a cachar hacía que éstas fueran a ritmo e intensidad de tambor de guerra, ya le dolían y le quemaban los oidos por caliente.
La mujer continuaba desvistiéndose. La idea de la cortina cerrada se le antojó a Jean aún más cachonda al descubrir que el dibujo de la sombra proyectada en la pantalla era más voluptuoso de lo que estaba acostumbrado. Dejaba más a la imaginación.
La sombra había comenzado por quitarse los zapatos y soltarse el cabello. Una abundante melena crespa se esponjó dotando de una extrema sensualidad a la imagen en la cortina y en la cabeza de Jean Michel.
La sombra cahonda, ahora sensual y voluptuosa, llevó las manos atrás, en un movimiento ágil bajó el cierre y se despojó de la falda. Dos piernas voluminosas, largas y bien torneadas arrancaron un "woooo" de la garganta de Jean.
Acto seguido comenzó a desabotonarse la blusa. Primero las mangas y después uno a uno los botones de arriba hacia abajo. Conforme se iba abriendo la blusa iban revelándose las curvas de sus pechos. A manera de velo doble entre la cortina y su blusa se iba dibujando la cintura, se iban acentuando las caderas.
Jean Michel llevaba ya varios minutos sobándose el pene. Se dio cuenta de ésto cuando sintió ardor. De un brinco llegó a la cama, abrió el cajón del buró para sacar la nivea y con una destreza inusitada se comenzó a untar la crema en todo su miembro y hasta las pelotas.
Regresó a la ventana esperando no haberse perdido de nada y en eso oyó un grito: -"Jeaaaaaaan, Jeaaanmiiiiii.....Michelitoooo"
-"Carajo mamá!!!!! estoy estudiando!!!!!" respondía Michelito sin dejar de jalársela.

Tomó de nuevo los binoculares justo en el momento en que la vecina se desabotonaba el corpiño y dos melones altaneros saltaron alegres y bamboleantes. Eran enormes, un par de pechos de locura...
-"uuuuootsss, qué chichoootas", exclamó Jean Michel imprimiendo mayor velocidad al movimiento ascendente-descente que le aplicaba al pene...-"no puede seeer, ve nomás carajo!...qué chichotas!!"
Ahora la braguitas...el chavo ya estba en tal trance que no podía discriminar lo que sucedía a su alrededor. Estaba parado frente a la ventana, jalándosela groseramente y ya un par de vecinos enfrente de su ventana lo habían descubierto.
Michel seguía en su tarea mientras la vecina iba inclinándose para sacarse los calzones, los pechos le colgaban y bailaban de tal manera que pusieron al pobre chavo al borde de la locura...Jean Michel no pudo más.
Un chorro de leche hirviendo, cual manguera de bombero, sailó disparado con tal presión que ruido hizo al golpear la ventana y hasta los huevos le dolieron.
-"Uta madre, no puede seeer" exclamó el excitado amigo.

La función aún no terminaba. Jean MIchel estaba rojo y sentía las venas de todo el cuerpo congestionadas.
De pronto, woosh!, se abrío la cortina.
Ahí estaba ella, la vecina, parada frente a su vecinito de 18 años, completamente desnuda.
Era una mujer de unos 45 años, de carnes generosas...alta y verdaderamente voluptuosa. Parecía haber sido sacada de la fantasía y mente cochambrosa de cualquier mexicano asiduo a la lectura del libro vaquero.
La dama desapareció para volver cargando un silla la cual puso un poco separada y frente a la ventana. Volvió a desaparecer. Reapareció con algo en las manos que no se lograba distinguir. Puso algo sobre la silla y empezó a atarse algo como unos tirantes al rededor de la cintura. Era un liguero. Se lo ajustó, tomó lo que había dejado sobre la silla, Jean vio un pedazo de tela desenrrollarse...las medias.
Ahora sentada, la vecina comenzó a ponerse la media a modo de calcetín, poco a poco iba subiendo y estirando la pierna, luego, la otra. Era la escena más sexy jamás vista por chaval.
Ya estaba de nuevo jalándole el cuello al ganso cuando vio que la mujer sentada abría las piernas.
Con los binoculares clavados en los ojos, Jean ajustó la lente para obtener el mayor acercamiento posible. Ahora tenía un close up de la vagina y vió como una mano delgada de finos dedos y uñas largas bajaba por el vientre un poco abultado hasta llegar a la zona pormetida, el monte de Venus. La mano completa abarcaba el pubis y con moviemientos rítmicos lo acariciaba y le jalaba el vello suavemente.
Pum pum pum pum! otra vez. El corazón a punto de explotar.
De no haber sido un chamaco ya hubiera sufrido un paro cardíaco.
Estaba hipnotizado, no perdìa detalle. Seguía con detenimiento la mano... los dedos de la mano;
el índice y medio juntos, se colocaron en la vagina: Ábrete sésamo!...poco a poco los dedos se fueron abriendo para descubrir el sexo rosado y húmedo de nuestra vecina.
Asomaba el clítoris ya desenvainado.
Era la locura, el chaval no daba crédito. Ya estaba de nuevo con moviemientos frenéticos, todo tenso y haciendo muecas y contorsiones faciales por la excitación.

Vamos a nombrarla Norma.
Norma, sentada frente a Jean Michel, comenzó a dedearse rico. Metía y sacaba un dedo mientras con la otra mano abría bien la vagina. Luego dos dedos eran los que entraban y desaparecían para volver a salir húmedos y con líquido viscoso, denso y transparente que con gesto lujurioso, Norma llevaba a su boca. Acto segduido la diosa voluptuosa se paraba para darle la espalda a Jean Michel.
-"No maames, qué nalgotas!", exclamó agitado y jadeando.
Eran unas nalgas de antología, grandes, redondas y firmes. Norma subío una pierna a la silla inclinando el torso un poco para alcanzar de nueva cuenta su panocha. Los pechos se veían aparecer de un lado y por el otro. Estaba dedeándose de nuevo mientras meneaba las caderas, subiendo y bajando rítmicamente las nalgas.

El contraste entre la cinturita y las caderas de Norma era increíble. La carne de esas piernotas era para desquiciar a cualquiera...por lo menos a Jean, que ya lo estaba.
Después de unos minutos de ese rico meneito Norma se voltéo, llevó sus dedos mojados a la boca y con una mirada seductora y desafiante los sacó, se los enseñó a Michelito con la palma hacia el frente y luego la volteó para hacerle una seña con los dos dedos mientras sus labios decían "ven".

Jean Michel apanicado dio un brincó de la silla y ésta salió volando hacia atrás haciendo escándalo.
-"Jean!, qué pasa!", gritó la mamá. Jean Mi no contestó. Estaba petrificado.
Se acercó poco a poco a la ventana, cautelosamente, vio que Norma se ponía una bata, se sacaba la melena aprisionada por ésta y se ajustó el lazo o cinturón. Desapareció de la ventana, se apagó la luz del departamento y apareció otra más lejana que dibujaba en la sombra el abrir y cerrar de una puerta.
Poco a poco, a lo lejos, se empezó a escuchar el ruido de unos tacones que cada vez se iba intensificando más y más. Pasos firmes y seguros. De pronto aparecío la vecina en la puerta del edificio y salía al patio para cruzarlo en el sentido corto. De nueva cuenta el corazón a mil por hora. Era más de lo que nadie podría aguantar.
-"No mames, ahí viene" dijo Jeanmi.

Poc! poc! poc!
Pum! pum-pum pum-pum!
Un contra-ritmo entre los tacones subiendo la escalera y el corazón de Jean Michel se apoderó de la mente y el ser del chico.
-"No mames, ahí viene, ahí viene!" no dejaba de repetir.
Riiin riiiin, sonó el timbre.
-"no abras mamá, no abras!!!!" gritó Jean.
_" Mi amooor, abres túuu? contestó la madre.
Riiiiiiiiin riiiiiiin riiiiin!!!!
-"Michelitoo, abre!...estoy en la cocina"
Michelito se armó de valor, controló su respiración, la temblorina de las manos.
Abrió la puerta.
Era Norma...ahí estaba ella. Voluptuosa, imponente y desafiante.
Quién sabe cómo diablos, Jean Michel de lo más tranquilo, dijo:
-Síii? qué se le ofrece?
-Lo mismo que a tí cabrón, quiero que me cojas! dijo la mujer mientras lo empujaba e irrumpía altiva y cachonda en el departamento.
Con una mano extendida lo empujaba hacia un sillón mientras que con la otra se libraba del cinturón de la bata; brincaron los pechos y eran enormes, preciosos, mucho más grandes de lo que se podía ver de lejos, con unos pezones de grandes areolas y bien erectos. Jean Michel no desaprovechó la oportunidad y los tomó en sus manos las cuales no podían abracar tanta carne. Los aprteaba y vorazmente se los llevó a la boca. Norma lo empujó fuertemente y Jean calló en el sillón, Norma se le avalanzó hacia el cierre del pantalón y con una gran habilidad, de mujer experimentada, le sacó la verga y se la metío toda a la boca en un sólo movimiento.

-UUUUFFFF!!...!!!

JeanMi estaba en el cielo, sus ojos desorbitados...no lo podia creer. La mujer arremetía duro y salvaje contra su pene, se lo metía y sacaba de la boca para luego golpearse la cara con éste.
-Así la quiero papito, bien parada, bien dura!
-"Utsss!! no maaaams!, balbuceaba JeanMi.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Para los colegas...





auto-retrato




Título: yo



Técnica:
Temple de huevo

Desde la antigüedad se conoce la pintura en su modalidad de aglutinante, pigmento y solvente;el temple o Temple de huevo, fue el primer medio de pintura en reunir íntegramente tales características.

Se conoce que los primeros temples eran de miel de abeja, realizados por los egipcios, pero la forma actual de temple que ha llegado hasta nuestro tiempo, viene de los talleres medievales; donde se desarrolló hasta lograr su perfección técnica.


viernes, 4 de septiembre de 2009

El título se lo pones tú

Era la noche, altas horas.
Había estado trabajando todo el día sin poder siquiera levantarse de su silla.
A través de su trabajo había encontrado la definición del tedio y sin embargo, aparecía todos los días puntual y exactamente a la misma hora como si de éso dependiera su vida.

Era un hombre servil y sumiso. Cabeza gacha, difícilmente te encontrabas con sus ojos al hablar pero si sucedía por error, accidente o casualidad, de inmediato evitaba horrorizado el contacto visual buscando el piso o la pared, cosa que deseperaba a todo mundo. Nadie tenía la menor intención de hurgar o de descubrir algo en él. De hecho, nadie tenía la intención siquiera de conocerlo.
Absolutamente nadie, pero nadie en esa oficina, tenía curiosidad de saber quién era él o cómo era su vida, pero de algo estaban seguros...querían evitarlo a toda costa como si de algún ser maldito o maldecido se tratase.

Las 12:30 ya.
De pronto, se descubrió a sí mismo ordenando el escritorio con riguroso y obsesivo orden.
Lo del cajón al cajón, la basura al bote, el clip a la cajita y papeles perfectamente acomodados en paralelo y perpendicular a las líneas que delimitan su mundo. Su vida era sólo el trabajo, nada más. Tampoco esperaba más. Hacía mucho tiempo que nada extraordinaro le sucedía, ninguna sacudida; había abandonado, más por olvido que por convicción, toda esperanza de que algo nuevo y significativo le sucediera. No había motivación alguna, no experimentaba deseo alguno, no se drogaba, no era alcohólico ni pederasta. Tampoco pertenecía a alguna secta secreta, no se torteaba a mujeres en el metro ni violaba viejitas en el parque saliendo del trabajo.
En realidad, era nadie. Tan sólo se daba cuenta de su existencia por el sólo hecho de ir a trabajar.

Se levantó de su silla como si de algún ritual religioso se tratara y miró a su alrededor. Estaba sólo, pero ahora ni siquiera había personas en la oficina.
Se encaminó a la salida mirando al piso poniendo especial cuidado en seguir la línea recta dibujada por el patrón de la alfombra. Ningún jefe había dibujado dicha línea, así se le dice al diseño y acomodo de las piezas modulares de la alfombra o recubrimiento para el piso, plafón o pared.
Se topó con la puerta, ni así levantó la mirada. Apagó la luz y el velador molesto, guardó el libro vaquero para abrirle la puerta. El hombre salió diciendo buenas noches pero nadie le contestó.
Salió a la calle; todo estaba oscuro y quieto, silencio absoluto. Caminaba como autómata, otra vez, sin levantar la mirada del suelo. La calle parecía desierta pero era habitada por alimañas nocturnas y uno que otro perro buscando qué comer de la basura.
Ni éstos se tomaban la molestia de voltear a verlo.
Seguía caminando dando vuelta donde tenía que darla sin voltear a buscar alguna referencia para saber por dónde andaba. Caminaba buscando, sin perder la línea recta dibujada en la banqueta entre tableros de concreto, su sombra proyectada intermitentemente en el suelo por una que otra farola que dibujaba su silueta . -"Ése soy yo, ése soy yo" se repetía.

Al dar vuelta por tercera vez a la izquierda, después de haber doblado otras tantas a la derecha, algo, al fondo de la calle, hizo que por fin levantara la mirada...era una luz intensa y un baile carnavalesco de sombras que parecían querer treparse frenéticamente a los edificios o violarse las fachadas. De pronto se dio cuenta de que existía, pues los latidos de su corazón los sentía en los oídos, golpeaban su pecho y podría decirse que sentía la sangre correr.

Estaba sintiendo...estaba sintiendo!

De pronto era emoción, o felicidad, o una mezcla de las dos. Puso cara de loco y con gran entusiasmo se encaminó rápidamente y lleno de curiosidad -otra sensación- hacia aquella escena al final de la calle. Había pisado charcos salpicando sus zapatos y pantalones y perdido la línea recta del pavimento sin haberse desquiciado. Pareciera como si se encaminara al encuentro con la verdad absoluta o al encuentro con el creador, tal vez al encuentro de la felicidad o de un destino, por lo menos, distinto al de la vida en la oficina. De plano, ya iba corriendo y sin dejar de mirar las sombras danzantes en la fachada que tenía enfrente. A punto de llegar a la esquina de donde salía la luz intensa frenó la carrera abruptamente; jadeaba y seguía teniendo la cara de loco feliz y en un gesto de valor para sorprender a la sorpresa, se asomó para descubrir qué era aquella orgía de luz y sombras...

Su expresión era ahora la locura materializada;
la locura hecha hombre.
Se quedó yerto y con los ojos desorbitados.

- Es posible que su renuencia a mirar a las personas a los ojos o a otra cosa que no fuera el suelo naciera de un miedo irracional inspirado por el mito de la Medusa; o por las "enseñanzas" de la religión católica con las que le habían lavado el cerebro de pequeño: culpa, miedo, pecado y castigo dieron forma a su persona y hoy que, en un arranque heroico y de valor supremo se había atrevido a desechar tales vilezas para encontrarse en alguna cita con el destino, se encontró con que el mirar era el pecado y la cara poseída por la locura y los ojos desorbitados, el castigo.-

Estaba pálido cuasi transparente y se había tragado el habla. El torrente sanguíneo que por unos instantes le había inyectado un río hirviendo que describía toda la anatomía de su cuerpo y que le hacía sentirse vivo, ahora era un río glacial petrificado que le quemaba cada molécula de su ser produciéndole un dolor terrible e insoportable que le hizo desplomarse.

De pronto, se descubrió a sí mismo queriendo ordenar su escritorio pero ya estaba ordenado.
Era el mismo contexto y sin embargo lo percibía con un sabor muy raro...lo sentía como su contexto pero descontextualizado...
Y la confusión se apoderó de él. "Estaba soñando", se dijo. "Qué pesadilla!" dijo en voz alta buscando compulsivamente una línea recta en el piso.
Se levantó de su silla como si de algún ritual religioso se tratara y miró a su alrededor. Estaba sólo, pero ahora no tenía la certeza de si la oficina hubiera sido alguna vez habitada.
Se encaminó a la salida mirando al piso poniendo especial cuidado en seguir la línea recta dibujada por el patrón de la alfombra.
Se topó con la puerta, ni así levantó la mirada, apagó la luz y la atravesó moviendo los labios como diciendo buenas noches pero nadie lo oyó.
Salió a la calle y todo estaba oscuro y quieto, silencio absoluto; un silencio vacío, sordo...
Caminaba como autómata sin levantar la mirada del suelo. La calle parecía distinta pero era la misma de siempre ahora habitada por seres nocturnos y uno que otro perro buscando qué comer de la basura. No lo voltearon a ver ya que no podían esta vez siquiera, oler su presencia..
Seguía caminando dando vuelta donde tenía que darla sin voltear a buscar alguna referencia para saber por dónde andaba. Caminaba buscando desesperadamente su sombra proyectada en el suelo sin dejar de repetir -"Ése soy yo, ése soy yo"...