miércoles, 23 de septiembre de 2009

02 11 09


"Ya es hora"... Escuchó.
Se incorporó y se sintió helado.
Veía al piso sentado en la cama buscando su calzado.

parecía despertar de un sueño en donde,
al parecer una mujer, le susurraba algo al oído.
Un susurro pálido y frío.
Alzó la vista y apenas pudo ver la negra cabellera desaparecer.
Él se levantó para seguirla aún sin querer.
Salieron de la casa y percibió la atmósfera enrarecida. No se escuchaba nada,
todo parecía haber perdido el color; los árboles y los pastos, todo sin matices.
El cielo apenas perceptible y todo fundiéndose en una escala de grises.
Con dificultad distinguía la negra silueta que parecía flotar;
Iba varios metros delante de él y sin parar.
Su negra cabellera y vestimenta se amalgamaban
eliminando cualquier contorno haciendo de ésta una figura monolítica y amorfa.
Apresuró el paso por la calle al ver que se metía a la estación del metro.
Pareció que la perdía y eso le causó un poco de temor.
Bajaron al andén y del techo vio colgando un reloj.
Marcaba las 6 y 12, era la hora en que se había detenido; todo parecía haberse congelado a su alrededor.
Tal vez sea la hora en la que un pobre loco lleno de alegría sonrió.

De pronto al ver pasar la máquina volando, se estremeció,
era seguida por los vagones llenos de gente con rostro de pavor.
Todos sentados viendo por las ventanillas, pálidos y con las miradas perdidas.
La mujer seguía unos metros adelante de él y de nueva cuenta le pareció verla flotar, tal vez por el efecto que producía el movimiento del tren a toda velocidad.
Se percató de no haber escuchado nada, ni al tren venir de volada;
ni el familiar silbido avisando que las puertas se cerraban.

Se volvió a estremecer;
Al ver que los vagones venían vacíos sintió enloquecer.
-Qué me está pasando?
Buscó frenéticamente a la mujer con la mirada temiendo no encontrarla.
Estaba sentada alejada de él dándole la espalda.
Se dio cuenta de que no la conocía, pero se tranquilizó al verla ahí sentada.

El tren en marcha. Acelerando y cortando el viento cual espada.
Se asomó por la ventanilla y volvió a ver gente andando toda sin rumbo
como congelada en el andén y dando tumbos.
-Pero...si no había nadie!
No entendía lo que pasaba y perturbado,
se aterró al no recordar nada de su pasado.
No sabía por qué estaba ahí.
Por qué la había seguido en tal frenesí.
Por qué tal atracción hacia la mujer.
Lo único que entendía es que con ella tenía que ir.

Se armó de valor y caminó al encuentro para hablar con la negra silueta,
cuando de pronto ésta se levantó y el tren hizo su parada de manera violenta.
Se abrieron las puertas y la mujer de negro salió casi volando y él corriendo atrás de ésta.
La estación en la que bajaron no era subterránea, de hecho ni era estación.
Parecía un paraje en medio de un bosque de árboles petrificados, grises y sin fronda. La mujer se alejaba y él le gritó...
Daba aullidos sordos que no salían de su boca.
Detuvo la carrera y su cara expresaba gritos inaudibles de terror a manera de mueca.
Desubicado empezó a dar vueltas sobre su propio eje para ubicarse en el espacio,
plantando bien los pies en la tierra, con fuerza y temerario. No sentía la tierra, no sentía gravedad alguna; no sentía nada.
Un llanto sordo y lágrimas secas se dibujaron en todo su ser;
Se desgarraba la piel del cuerpo sin dolor alguno al parecer.
De pronto se percató de la presencia de la sombra
atravesando en la penumbra el bosque petrificado.

El hombre corrió para alcanzarla decidido y exaltado.
Cada vez que parecía que la iba a alcanzar
ésta desaparecía para de pronto, detrás de algún árbol, volver a aparecer.
Pareciera que detrás de cada árbol
se escondía una silueta negra en forma de mujer.
Al cabo de un rato de estar persiguiendo la nada desistió.
-Esto no puede ser!.

Volvió a escuchar aquella voz en un susurro:

-Acompáñame.

Volteó rápidamente. No había nadie.

A lo lejos descubrió un lago;
Una barca en el lago.

En la barca la parca vestida de largo.
Irresistible seducción.

Un canto de sirena sin sonido; Fatal atracción.

De pronto su vida no tuvo sentido y fue a su perdición.
Caminó hacia el lago;

Viendo a la silueta se quedó ahí parado.
Por fin frente a frente...
No tenía rostro... era la muerte.
Subió a la barca, sin más remordimiento
saludó a la parca y se arrojó a su suerte.



8 comentarios:

  1. Has pensado en escribir en lugar de ser arquiteto mano? De todo lo que te he leído, me parece que esto es lo mejor, sin demeritar las entradas anteriores.
    Saludos.

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  2. Gracias Klein,
    he pensado en hacer cualquier otra cosa para dejar de hacerle al arquitecto,
    mas me pierdo en el intento,
    y me aferro a este tormento...

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  3. estoy two hundred percent agree con BJKR, el relato me llevo perfecto al desenlace que, sin intuirlo, no esperaba. No te aferres a lo que crees que eres, dont think you are, be sure you are...

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  4. Oiga: uno nomás se descuida tantito y usted que le da rienda suelta a su imaginación y a su teclado. Concuerdo con Gabo y con Klein eres un buen escritor. Con ese don uno nace. Así nomás... A mi me cuesta un trabajo, dos montones y un poco más escribir.
    Me gusta mucho cómo haces que el personaje transite de la realidad hacia sus encuentros con la muerte. Una muerte, sensual, seductora, a la que uno inevitablemente quiere arrojarse.
    En los relatos que tienes llevas a los lectores de la mano de los personajes. Ninguno, -ni siquiera el narrador- sabe más de la historia, la vamos descubriendo juntos. Eso me late.

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  5. Hey Nyx!!
    Qué gusto verte por aquí, gracias por pasar y comentar...ya te extrañaba.
    Eres muy intuitiva, de verdad que ni el narrador sabe lo que va a suceder. También lo va descubriendo al escribir...
    Gracias por la flor!

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  6. La estación en la que bajaron no era subterránea, de hecho ni era estación.
    Parecía un paraje en medio de un bosque de árboles petrificados, grises y sin fronda. La mujer se alejaba y él le gritó...

    ¡Vaya que en verdad eso pasa cuando uno pasa de lo físico a lo emocional! ¡de la vivencia al sueño y luego por la puerta de regreso no se puede llegar más que a la obsesión! la obsesión mata, pero mata más no perseguir nada y estar nadando entre blanco. Buen cuento Konman. Buen cuento.

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