miércoles, 30 de septiembre de 2009

A veces es mejor que no pase nada

"A veces uno no tiene nada qué decir.
El día transcurre en la habitual y monótona rutina.
No te topas con la sonrisa de alguna mujer que te abofeté para olvidarte del mundo real y entres al de la fantasía. Ningún suceso en especial que te saque del tedio y que te recuerde que existe un mundo mágico, porque en el tedio uno vive esperando "algo", un no se qué que te eleve por encima de lo mundano; Uno vive a la expectativa de alguna felicidad, que por el hecho de saber que tan sólo será momentánea ya no será felicidad...y por lo tanto no se busca, y por lo mismo jamás llega."
Todo este choro existencialista le estaba soltando el Tapir a la Bipolar. Ésta, como estaba en momento depresivo estaba clavada en el rollo al punto de romper la botella de chela en la mesa para con un vidrio, cortarse las venas ahí mismo, en la cantina. Se veía así misma indiferente a los hilos de sangre escurriendo por las muñecas tiñendo la mesa de rojo intenso. Se imaginaba al Tapir en un triunfo apoteótico lamiendo la sangre y embarrándosela en la cara mientras todos al rededor eran indiferentes, como ella, a la escena.
No le iba a dar el gusto, no le iba a proporcionar el suceso del día, la sorpresa; no iba a nutrir la fantasía del Tapir.
Se levantó de la mesa en plena verborrea tapiresca sin decir nada. Fue al baño y se metió una línea. Regresó a la mesa y se sentó. El Tapir seguía hablando como si ella no hubiera desaparecido.
- Vamos a cojer. Dijo la Bipolar.
El Tapir pidió la cuenta, pagaron y salieron de la Guadalupana.
Mientras caminaban por la osuridad, cruzando la plaza a la luz de las farolas la Bipo se percató de una melé.-
- No mames, ya viste qué madriza le están poniendo a ese viejo?
Eran tres chavos poniéndole en su madre a un señor de edad avanzada.
- Jijos de la chin...
Salió destapado el Tapir hacia el campo de batalla preparando los puños y apretando la quijada... y entre los cuatro le han puesto una putiza al pobre; nomás se oían los gritos aterradores de auxilio del aquél hombre mientras la Bipolar los ahogaba con sus histéricas carcajadas. Se le saltatban los ojos, la greña en la cara y las manos apoyadas en las rodillas. Estaba disfrutando desquiciada el espectáculo.
- En la cara no! en la cara no por favor! gritaba desesperado el victimado.
Apenas escucharon la súplica empezaron a patear la cara del anciano ya tirado haciéndose concha en el piso. La bipolar salió destapada y se incorporó al juego de patadas.
Lo zurraron hasta dejarlo inmóvil. Se veían unos a otros con cara de maniáticos y sonrisas vanagloriosas.
- Ya me dio hambre, vamos por unos tacos.
- Pero íbamos a ir a cojer!
- Primero los tacos!
-Hey, invita los tacos cabrón! exigió uno de los tres chavos.
-Mcht! vete a la chingada mano!
Apenas acabó el Tapir de mandarlo pa' llá y se oyó el crujir de su quijada...Kruajj!!
El que quería la invitación le propinó tremendo golpe, digno de cualquier campeón de boxeo y acto seguido, se lanzaron los otros dos para aporrearlo.
La Bipolar entró de nueva cuenta en un trance histérico soltando tremendas carcajadas y aullidos. - Jajaja! Deféndete cabrón!! le gritaba.
El Tapir tuvo suerte, llegó la patrulla y los agresores salieron destapados, no sin antes arrebatarle la cartera. La Bipo se carcajeaba mientras les gritaba que eran unos maricones.
- Todo bien joven?
- Si oficial, gracias. Por allá anda un viejo tirado al cual casi matan. A mí me madrearon por irlo a ayudar.
- No se mueva joven, espérenos aquí. Y fueron los oficiales.
- Vamos por los tacos?
- Pendeja! me robaron la lana!
- Nos van a tener que acompañar a la delegación a declarar, el hombre está medio muerto. Suban a la patrulla.
- No van a pedir una ambulancia? peguntó el tapir.
- Qué cínico eres pinche Tapir!
Uno de los oficiales la volteó a ver inquisitivo mientras el otro decía que ya la habían pedido.
Se subieron a la patrulla y se adentraron en Coyoacán metiéndose por callejuelas estrechas hasta llegar al callejón del aguacate y apagaron el coche.
- Bájense cabrones!
- Qué pasa? dijo el Tapir.
- Que te bajes cabrón!
Salieron todos de la patrulla. Un oficial esposaba al Tapir mientras el otro acariciaba la cabellera de la chava. La tomó de la greña y la azotó contra el cofre de la patrulla.
- Hijo de la chingada! gritaba el Tapir mientras el otro oficial le hundía la macana en el estómago.
Kguooffff!...se quedó sin aire.
Los dos oficiales le arrancaron el vestido a la Bipo.... y empezaron a violarla.
- Cójanme cabrones! cójanme!
La Bipolar, otra vez en su histeria delirante, ahora gozando del sexo violento sobre el cofre de la unidad.
Al Tapir ya ni lo pelaban.
Los oficiales como animales cojiéndose a la chava.
La chava en éxtasis, en trance. Reía, gritaba y gemía.
El Tapir se encogió de hombros y se fue, así nomás, empezó a caminar y se alejó.
Llegó a Miguel Ángel de Quevedo. Seguía esposado, hecho que le impedía hacerle la parada a algún taxi o pesero ya que las manos estaban detrás, pero aún así lo intentaba.
Otra patrulla se fijó en la acción y se detuvo. Se bajó la pareja de oficiales llevándose la mano a la pistola.
- Qué sucede señor?!
El Tapir les explicó. Un oficial le quitó las esposas y le prestó una lana, no sin antes tomar sus datos para irle a cobrar.
" No cabe duda que aún queda gente buena " dijo el Tapir, y se fue a echar el taco.

2 comentarios:

  1. la frase "...uno vive a la expectativa de alguna felicidad//...y por lo tanto no se busca, y por lo mismo jamás llega..." es de esas que se recuerdan detras de un caballito de mezcal o de tequila, y se pierde entre lo opaco de su trasparencia...chingon relato. la realidad supera la fantasia diria mi viejo maestro.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias Gaboman! Habrá que posicionarse detrás de esos caballitos pronto, algún día de éstos.
    Sólo resta aclarar que los personajes de éste cuento son verdaderamente ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia aunque perfectamente posible y creíble. Incluso es posible que ya haya sucedido, o que esté a punto de suceder, aquí en éste nuestro Coyoacán.

    ResponderEliminar